Dossier 6 - Los Refugiados Palestinos
El dilema de los refugiados palestinos
Por Adrián Jmelnizky*
(Desde Buenos Aires)
Las negociaciones de paz acontecidas en julio del 2000 entre
la Autoridad Nacional Palestina y el Estado de Israel, con la
mediación de los EEUU, no resolvieron las principales diferencias
entre palestinos e israelíes. Como consecuencia de ello
no se estableció el esperado acuerdo de paz entre ambos
actores. Así, el naufragio de Camp David llevó a
un profundo desconcierto en la arena internacional, motivando
a muchos analistas a interrogarse acerca de las razones de tamaño
fracaso.
En aquel diálogo iniciado en Oslo (1993), las cuestiones
que resultaban de mayor complejidad para un futuro acuerdo final,
eran el status de la ciudad de Jerusalem, en su sector oriental,
la profundidad de la devolución territorial a la que estaba
dispuesto a acceder el gobierno laborista de Ehud Barak -tomando
en cuenta el importante número de asentamientos judíos
en los denominados "territorios"- y la cuestión
del "retorno" de los refugiados palestinos al territorio
soberano israelí. �Cuál de estas problemáticas,
o qué otra posible causa fue la que hizo estallar siete
años de negociaciones bilaterales entre palestinos e israelíes?
La respuesta a este interrogante es altamente compleja. Por esta
razón, me dedicaré a analizar solamente uno de estos
dilemas, tal vez el de mayor dificultad de resolución,
y el que congrega enorme carga simbólica en las relaciones
palestino-israelíes. Me estoy refiriendo a la cuestión
del derecho al retorno de los refugiados palestinos. Propongo
realizar una breve indagación histórica sobre el
surgimiento de esta problemática que involucra en la actualidad
a alrededor de 4 millones de palestinos en situación de
refugio. El movimiento sionista, surgido fines del siglo XIX,
comenzó un proceso de inmigración y asentamiento
en la denominada Palestina, es decir, la Tierra de Israel para
el pueblo judío. Este movimiento nacionalista hebreo generó
pocos años después, entre otras cosas, una corriente
con componentes igualmente nacionalistas en la población
palestina. Ambas tendencias entraron rápidamente en competencia
en una región que era gobernada por el Imperio Británico
desde 1917. Las tensiones entre ambas poblaciones, el ishuv judío
y la población árabe local, llevaron a momentos
de violencia especialmente altos en los años 1920, 1921,
1929, y de 1936 a 1939. Luego de la Segunda Guerra Mundial, el
Mandato Británico en Palestina se encontraba en una situación
de profundo desgaste. Ello condujo a Gran Bretaña a buscar
una solución en el marco de las recientemente creadas Naciones
Unidas. En ese contexto se constituyó la comisión
UNSCOP, encargada de analizar y resolver la cuestión de
Palestina. Esta comisión presentó en noviembre de
1947 a las Naciones Unidas, una propuesta de partición
del territorio en dos Estados independientes, uno árabe
y otro judío. A partir del dictamen, la ciudad de Jerusalem
se encontraría en una situación de administración
internacional. La propuesta de la comisión UNSCOP fue aprobada
con 33 votos a favor, 13 en contra y 11 abstenciones. El público
judío bajo mandato británico celebró la determinación
de la ONU. Ellos entendían que era una oportunidad histórica
para concretar la creación de un Estado judío en
la Tierra de Israel, luego de más de 2000 años de
exilio, más allá de las condiciones geográficas
de la mencionada propuesta. El sector árabe, por su parte,
evaluó esta decisión de la Naciones Unidas como
injusta y arbitraria ya que en ella no se tomaba en cuenta el
derecho de la mayoría poblacional en el territorio considerado
que era justamente de origen árabe. En mayo de 1948 las
tropas británicas se retiraron iniciándose la Guerra
de la Independencia, así calificada por la historiografía
israelí, o el "Nakba" (la tragedia), de ese modo
denominada por la población palestina. Uno de los resultados
de este contienda bélica que continuó hasta enero
de 1949, fue la migración de alrededor de 600.000 árabes,
que vivían hasta mayo de 1948 en el territorio del recientemente
Estado de Israel a Judea, Samaria, Gaza, Jordania y Siria. Solo
permanecieron dentro del nuevo territorio soberano israelí
alrededor de 156.000 árabes, que a partir de ese momento
se constituyeron en ciudadanos israelíes. Aquella mayoría
árabe, que "se trasladó" o "fue trasladada"
hacia otros territorios conformó el fenómeno de
los refugiados palestinos, que en la actualidad abarca a cerca
de 4 millones de personas. �Cuál fue la razón que
causó tamaño traslado poblacional? La postura palestina
sostiene que los árabes fueron expulsados en el contexto
de la guerra de 1948 por el Estado de Israel, y consiguientemente,
como personas en situación de refugio, tienen derecho a
regresar a sus ciudades y aldeas, a reclamar una compensación
económica y a exigir por parte del Estado de Israel un
reconocimiento de su responsabilidad por lo acontecido en aquellos
años La posición israelí es más heterogénea
con relación al tema de los refugiados. Señalan
por su parte que los palestinos no tienen derecho "al retorno"
ya que ellos, al no aceptar la partición aprobada por las
Naciones Unidas en el año 1947 e iniciar la guerra de 1948,
fueron creadores del problema de los refugiados. Sostienen que
el traslado palestino en el contexto de la denominada Guerra de
la Independencia, fue gestado por los propios países árabes
a partir de constantes convocatorias a retirarse del territorio
en conflicto. Simultáneamente afirman que alrededor de
900.000 refugiados judíos se gestaron como consecuencia
de ese mismo contexto político. Ellos, provenientes de
países árabes, a partir de 1948 debieron abandonar
sus antiguos hogares, siendo absorbidos e integrados al Estado
de Israel. En los últimos años ha surgido en el
campo académico de varias universidades israelíes
una corriente interpretativa denominada "los nuevos historiadores".
Ellos consideran que existió una responsabilidad del recientemente
creado Estado de Israel en fomentar la partida masiva de pobladores
árabes. Sus interpretaciones son abonadas con una importante
prueba empírica. Más allá de las profundas
causas de este proceso histórico, en el campo israelí
existe un extenso consenso que toda aceptación del "retorno
de los refugiados palestinos" al territorio soberano israelí
representa el final de uno de los mitos fundacionales del sionismo,
es decir, la idea de constituir un Estado judío en la Tierra
de Israel. Lo dilemático de este conflicto es que en el
marco judeo-israelí, la mayoría no desea renunciar
a la condición judía del Estado de Israel, mientras
que en el contexto palestino, toda renuncia a revindicar la cuestión
de los refugiados toca un aspecto fuertemente simbólico
en la conciencia nacional palestina. Estas condiciones estructuran
un "juego de suma cero", un marco en el que el éxito
de una de las posiciones representa indefectiblemente la derrota
de la otra. Una situación que sin la creatividad de los
líderes de ambos pueblos y la intervención internacional
no podrá ser superada.
*El autor es docente de Ciencia Política (UBA) e investigador.
Ayuda humanitaria en un contexto altamente politizado
Por Peter Hansen*
Un consenso ha surgido en el Medio Oriente sobre un punto,
entre gente que sustenta puntos de vista ampliamente divergentes:
algo debe ser hecho en favor de las familias palestinas de la
Ribera Occidental y de la Franja de Gaza. Ellas enfrentan una
crisis de una dimensión tal que amenaza a todos en la región.
El 16 de julio pasado, Ariel Sharon, el Primer Ministro de Israel,
llamó por teléfono a Kofi Annan, Secretario General
de las Naciones Unidas, para pedir un esfuerzo internacional para
ayudar al pueblo palestino. El 24 de julio, Daniel Kurtzer, Embajador
de Estados Unidos en Israel, llamando a la situación en
los territorios ``un desastre humanitario�, urgió a Israel
a levantar las restricciones para viajar a los palestinos. El
26 de julio, el diario The New York Times informó sobre
un estudio en marcha de la Agencia para el Desarrollo Internacional
de los Estados Unidos que había encontrado dramáticamente
incrementado la malnutrición y la anemia entre los niños
palestinos. El domingo 28 de julio, el Primer Ministro Sharon
había anunciado una flexibilización de las restricciones
para viajar, y había nombrado a Shimon Peres, Ministro
de Asuntos Exteriores, para coordinar la ayuda. Las Naciones Unidas
esperan que estas decisiones serán rápidamente implementadas,
de manera tal que produzcan una diferencia substantiva en las
condiciones de vida de los palestinos. La llamada de Sharon
se produjo el día en que Annan estaba reunido en Nueva
York con sus colegas del denominado Cuarteto: Colin Powell, Secretario
de Estado de los Estados Unidos, Igor Ivanov, Ministro de Relaciones
Exteriores de Rusia, y Javier Solana, representante de la Unión
Europea. Ellos acordaron que un completo acceso a la ayuda humanitaria
sería la manera más rápida de comenzar a
mejorar el drama de los palestinos, y que las Naciones Unidas
deberían liderar el esfuerzo humanitario. Las Naciones
Unidas poseen la más grande operación humanitaria
en el terreno en el Medio Oriente, con un personal de 10 mil personas
solamente en la Ribera Occidental y en la Franja de Gaza: el Organismo
de Obras Públicas y Socorro de las Naciones Unidas para
los Refugiados de Palestina en el Cercano Oriente (UNRWA). Desde
1950, esta agencia ha abastecido las necesidades de salud básica,
educación y bienestar de los refugiados de la guerra Árabe-Israelí
de 1948 y sus descendientes, algunos de los cuales todavía
viven en los denominados campos de refugiados, que son pueblos
de edificaciones de dos y tres pisos, mientras que muchos otros
se han dispersado a través de la región. Desde
septiembre de 2000, la UNRWA también ha estado tratando
de aminorar el impacto humanitario de la violencia, los toques
de queda, y clausuras sobre los refugiados en la Ribera Occidental
y en la Franja de Gaza. Ha incrementado masivamente su provisión
de ayuda de alimentos: mientras antes de la contienda llegaba
a 11 mil familias de refugiados, está actualmente abasteciendo
a cerca de 220 mil familias a lo largo de la Ribera Occidental
y la Franja de Gaza. Dado que la economía palestina se
ha estancado, las demandas sobre los recursos de la UNRWA han
crecido proporcionalmente.
Desde hace tiempo Israel ha entendido que la labor de la UNRWA
es un importante factor en la estabilidad de toda la población
palestina que se halla a sus puertas. En 1967, cuando tomó
control de la Ribera Occidental y la Franja de Gaza, Israel pidió
a la UNRWA que continuara con su trabajo allí, una responsabilidad
que, sin la agencia, hubiera caído en los hombros de Israel
como potencia ocupante. Más recientemente, en noviembre
de 2001, el delegado israelí a la Asamblea General expresó
��el aprecio de Israel por los esfuerzos de la UNRWA en proveer
importantes servicios, especialmente en los campos del cuidado
de la salud y la educación�''. A pesar de tales declaraciones,
ha recibido ataques de comentaristas en Israel y los Estados Unidos.
Hay algunos que alegan, equivocadamente, que la agencia de ayuda
no es parte de la solución a la violencia en la región,
sino parte del problema. La UNRWA enfrenta muchas dificultades
en el servicio de una población tan altamente politizada,
aunque no llevara a cabo tareas de policía y administrara
los campos de refugiados (donde viven un tercio de los refugiados).
La agencia está comprometida a asegurar que sus instalaciones
permanecen libres de actividad militante y asegura que sus 22
mil integrantes, 99% de los cuales son refugiados palestinos,
no permitirán que sus creencias políticas interfieran
con sus deberes como funcionarios civiles internacionales.
Estos esfuerzos recientemente han provocado ataques de comentaristas
árabes (y de miembros de la entidad que nuclea a los miembros
de la agencia), quienes reclaman que la UNRWA suprime la libertad
de expresión. No obstante, en un ambiente tan polarizado
como el de Medio Oriente, la UNRWA perdería rápidamente
toda credibilidad si permitiera que su compromiso con las normas
de justicia se diluyera por temor a las críticas, sin importar
de dónde pudiera venir. La UNRWA está trabajando
con sus donantes para abordar las dificultades creadas por el
entorno político. Por varios años, ha producido
materiales didácticos para escuelas promoviendo la tolerancia,
la resolución no violenta de conflictos y los derechos
humanos. La agencia planea expandir este programa con mayor apoyo
financiero internacional de los Estados Unidos, el cual ha sido
de lejos el más generoso aportante de fondos para la ayuda
a los refugiados palestinos. Tal apoyo y comprensión de
la comunidad internacional es vital para continuar el trabajo
de ayuda de la agencia que continúa operando apolíticamente
en una región polarizada políticamente, y aliviar
la desesperada situación de los refugiados palestinos.
* Comisionado General del Organismo de Obras Públicas
y Socorro de las Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina
en el Cercano Oriente (UNRWA).
Fuente: www.un.org/unrwa/spanish
Refugiados palestinos: hacia la construcción
política de su tierra prometida
Por Patricio Abramzon
(Desde Buenos Aires)
La aceptación por parte de Sharon
y su gabinete ministerial de la �Hoja de Ruta�, el plan de paz
de Bush para la zona de Medio Oriente,
abre nuevas perspectivas para la región. Sin embargo, dicha
aceptación se produjo no sin reservas. Entre los puntos
de esta propuesta considerados �inaceptables� para los israelíes
se destaca el que hace mención al retorno de los refugiados
palestinos al territorio del Estado de Israel.
La cuestión de los refugiados pasó a ser un elemento
crucial en el conflicto árabe-israelí recién
a partir de las frustradas negociaciones de paz de Camp
David en el año 2000. En dicha cumbre, el ex Premier israelí,
Ehud Barak,
ofreció a los palestinos el 92% de lo que reclamaban en
términos territoriales, más la devolución
de Jerusalem oriental. No obstante, Arafat
no sólo no aceptó la propuesta, sino que rompió
la mesa de negociaciones sin hacer contraoferta alguna, lanzó
la exigencia monolítica del retorno de los refugiados palestinos
a Israel y desató la segunda Intifada.
Esta catástrofe duró dos años, causó
la pérdida de 4000 vidas y sometió a la postración
económica a los dos pueblos. Si nos retrotraemos
unos años en la historia, en el año 1947 la Asamblea
General de la ONU aprueba la resolución que reconoce el
derecho de los dos pueblos, judío y árabe � palestino,
a tener sus respectivos Estados, la que se conoce como el Plan
de Bipartición. Esto significó el fin del Mandato
Británico sobre el territorio de Palestina. La parte judía
aceptó la resolución, mientras que la árabe
� palestina no. Entonces, el 14 de mayo de 1948, Ben
Gurión declara con solemnidad
la creación del Estado de Israel. Por desgracia, inmediatamente
después de formulada esta declaración se lanza un
ataque feroz de los siete ejércitos árabes más
poderosos en conjunto contra el naciente Estado judío.
El período bélico que se abre a partir de aquí
es conocido por los judíos como �La guerra de la independencia�,
mientras que para los árabes � palestinos se denomina el
�Nakba�, o �desastre�. El cese al fuego
trae dos consecuencias visibles: la afirmación del Estado
de Israel como un hecho irreversible y el éxodo de 600.000
palestinos. Los historiadores han debatido intensamente acerca
de las causas de esta emigración. Las diversas versiones
incluyen: un exilio voluntario de los palestinos, la huida por
temor al avance de las tropas judías, o porque éstas
directamente los expulsaron. Muchos otros aseguran que todas estas
causas pesaron a la vez. El drama humanitario de los refugiados
palestinos es una realidad. No obstante, hay muchos elementos
convergentes que hacen de ésta una situación compleja
de la que no se pueden extraer conclusiones simplistas. Ahora
pasemos a describir estos elementos: En primer lugar, al
mismo tiempo en que se produce el éxodo de los palestinos,
se advierte un exilio forzado similar de 600.000 refugiados judíos
provenientes de los países árabes, que escapaban
de persecuciones. Aquellos, al llegar al Estado de Israel, fueron
absorbidos como ciudadanos; ergo: fin del drama de
los refugiados judíos. En cambio, ninguno de los
países árabes receptores de los refugiados palestinos
les ha otorgado la ciudadanía. Por su parte, la práctica
común fue mantenerlos en campamentos, para transformarlos
en un símbolo del conflicto con Israel. Por este
motivo, hay que señalar en segundo lugar que el de los
palestinos es el único caso de refugio en el mundo que
se mantiene sin resolución efectiva por más de 55
años. Es un hecho que ni los propios palestinos, ni los
países árabes, han aceptado soluciones alternativas,
más allá del reclamo del retorno al territorio israelí.
Lo cual nos lleva a sugerir que esta cuestión además
de ser un drama humanitario reviste una fuerte connotación
política. Respecto a la protección internacional
que se le brinda a los refugiados palestinos
debemos mencionar que no están bajo el mandato del ACNUR
(Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados),
sino de la UNRWA (Agencia de Obras Públicas y Socorro de
las Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en el Cercano
Oriente). Esta organización, creada en 1949 por la Asamblea
General de la ONU, es la entidad específica que tiene a
su cargo la ayuda humanitaria a los refugiados palestinos.
Los Estados árabes insistieron en que los refugiados palestinos
debían ser excluidos del mandato del ACNUR y de la Convención
sobre los Refugiados de 1951. Les preocupaba que la
definición de refugiado que se debatía en el borrador
de la convención ** debilitase la posición de los
palestinos, cuyos derechos a regresar como grupo habían
sido reconocidos en resoluciones de la Asamblea General. Otras
partes temían también que el carácter apolítico
de la labor prevista para el incipiente ACNUR fuera incompatible
con la enorme politización de la cuestión palestina.
De esta forma, el ámbito geográfico de operaciones
de la UNRWA quedó circunscrito al Líbano, Siria,
Jordania, Cisjordania y la franja de Gaza.
Sólo si un palestino sale del campo de operaciones de la
UNRWA entrará en el mandato del ACNUR y le será
aplicable la Convención de 1951. Algo a destacar
es que a diferencia de lo que ocurre con el ACNUR, el ámbito
de trabajo de la UNRWA no incluye la búsqueda de soluciones
permanentes para los refugiados que tiene a su cargo. El mandato
del UNRWA consiste principalmente en prestar servicios esenciales
y no en proporcionar protección internacional, que es lo
que, por el contrario, constituye el núcleo del trabajo
del ACNUR. A partir de garantizar la protección de los
refugiados, el ACNUR orienta su accionar hacia una gama flexible
de opciones que van desde gestionar el retorno de los refugiados
a su país de origen, hasta hacer posible el reasentamiento
de los mismos en otros países; teniendo en cuenta todo
tipo de variantes intermedias y/o alternativas. Entre todas sus
operaciones, el ACNUR ha ayudado a cerca de 50 millones de personas
a reiniciar su vida. Para destacar lo opuesto, a mediados
de los años cincuenta, la UNRWA intentó poner en
práctica dos importantes planes de reasentamiento. En ambos
casos, fueron los países árabes y los propios refugiados
palestinos quienes los rechazaron e insistieron en hacer valer
su derecho a retornar. La UNRWA, por su parte, no ha insistido
lo suficiente en este camino. Con ironía, muchos de sus
críticos señalan que mientras ACNUR siempre va a
tener problemas de refugiados en el mundo para atender, la UNRWA
(y su burocracia) sólo puede justificar su existencia en
la irresolución del drama y las penurias de los refugiados
palestinos. Este escenario se complica en la medida en
que la miseria social contribuye junto con el resentimiento y
el fanatismo a la proliferación de los grupos terroristas
que pueblan los campamentos de refugiados. En tercer y último
lugar, hoy día los refugiados han llegado ya a su tercera
generación e incluso a la cuarta. No son ya 600.000 como
en 1948 sino 4 millones aproximadamente. Si pensamos que Israel
tiene una población de 6 millones de habitantes, aceptar
el retorno total de los refugiados palestinos a su territorio
sería simplemente un suicidio. En cambio, los distintos
equipos negociadores israelíes han manifestado que están
dispuestos a recibir simbólicamente a una parte de estos
refugiados, y a dar compensaciones de todo tipo. El resto de los
refugiados puede volver sin mayores problemas al futuro Estado
Palestino o a cualquier otro lugar del planeta Tierra. Está
claro que Israel no es el único actor relevante y/o responsable
en esta cuestión: deben involucrarse también los
países árabes y la comunidad internacional en su
conjunto. El problema de los refugiados palestinos sólo
se podrá resolver mediante la cooperación
integral y el compromiso político de todos ellos.
Conclusión: Más allá
de la violencia y el desencuentro histórico, Israelíes
y Palestinos están destinados a coexistir. Es un hecho
de la historia. Por tal motivo, el Plan de la Hoja de Ruta se
puso en marcha y, con avances y duros retrocesos, se abre una
nueva oportunidad para la paz. Esta paz, para ser alcanzada,
requiere de una fuerte voluntad política de parte de los
líderes de ambos pueblos y, sobre todo, de la comunidad
internacional. Pero ante todo, el camino de la paz
precisa flexibilidad y mutua comprensión. No es tan
importante cómo se inició el drama en Medio Oriente
sino cómo quieren los actores que éste termine:
se impone definir estrategias de fin de conflicto. Si se dejara
a un lado la carga del orgullo herido, y el �ojo por ojo�, se
podría encarar la agenda humanitaria del presente y del
futuro, respecto a los refugiados palestinos (lugar de residencia,
trabajo, salud, seguridad, educación, etc.), y respecto
al desarrollo integral de la región. La Tierra Prometida
es eso: tierra fértil, que hay que trabajar arduamente
y sembrar. Sólo así crecerá el mejor de los
frutos: la convivencia en paz. Ojalá que así sea.
* El autor es Politólogo de la UBA y ha cursado la
Maestría en Políticas de Migraciones Internacionales
de la UBA y la Organización Internacional para las Migraciones
(OIM). Tesis en proceso de elaboración.
** Toda persona que [...] debido a fundados temores de ser perseguida
por motivos de raza, religión, nacionalidad, pertenencia
a determinado grupo social u opiniones políticas, se encuentre
fuera del país de su nacionalidad y no pueda o, a causa
de dichos temores, no quiera acogerse a la protección de
tal país; o que, careciendo de nacionalidad y hallándose,
a consecuencia de tales acontecimientos, fuera del país
donde antes tuviera su residencia habitual, no pueda o, a causa
de dichos temores, no quiera regresar a él.
La solución más postergada de la
historia
Gustavo D. Perednik
(Desde Israel)
El verdadero problema insito en el caso de los refugiados palestinos,
es la manipulación informativa. El resto puede obtener
fácil solución. Destacar un asunto de entre miles,
y pasar a definirlo como �problema�, es un ardid propagandístico
con el velado intento de priorizar ciertos intereses por sobre
otros, e imponer al debate internacional un arbitrario orden del
día. Así fue con �el problema judío� y así
se deriva de �el problema de Jerusalem�.
Sin duda los pueblos árabe-musulmanes (el palestino incluido)
padecen gravísimos dificultades: la práctica de
la esclavitud, la degradación de la mujer, la explotación
de niños, la lasciva pompa de sus jeques, emires y reyezuelos;
la violenta persecución de �desvíos� sexuales, la
pena de muerte por apostasía o adulterio, la poligamia,
la corrupción, la represión de conciencia, la falta
de libertad de expresión, de asociación, de prensa;
el atraso, el analfabetismo, la tendencia constante hacia la violencia,
la aquiescencia terrorista. En fin: lo peor de las sociedades
contemporáneas se ha concentrado en la guarida del mundo
árabe, un resabio medieval al que su principal intelectual,
Edward Said, ha denominado �un infierno�. Un infierno social
al que lo agrava una característica que le es propia: echarle
siempre la culpa al mundo externo. La Liga Árabe es la
antítesis de la autocrítica, y por ende nunca avanza
en la solución de sus problemas.
Por ello, será ineficaz quien de la mezcolanza de desdichas
que hemos desgranado, se empecine en agitar una sola, aquélla
con la que los árabes pueden volver a achacarle culpas
a los de afuera (innecesario aclarar que Israel es el permanente
candidato a acusado). Quien exima a los árabes de asumir
responsabilidad por sus infortunios, deberá de hacerlo
por una de dos motivaciones: o bien una mala intención
judeofóbica, o bien una miopía
masoquista de quien acata el temario que le dictan los violentos.
En cualquiera de los dos casos, aceptar que el gran problema
del Medio Oriente son los refugiados palestinos, tendrá
como efecto impedir que los sufrientes árabes, por una
única vez, inviertan sus esfuerzos en paliar sus verdaderos
infortunios, en vez de dedicar sus energías a denigrar
a Israel.
Un uno por ciento muy popular
Casi toda guerra, en mayor o menor medida, produce refugiados.
Desde la segunda guerra mundial hubo en el mundo cien millones.
El 99% de esos casos terminaron resolviéndose satisfactoriamente,
aun cuando se trataba de poblaciones que migraban con idiomas
distintos de los de los países que finalmente los absorbieron,
y que practicaban culturas y religiones diferentes. El único
1% tercamente postrado, fueron los refugiados árabes, a
pesar de que su veintena de Estados poseen un territorio mucho
mayor que toda Europa (para una población que es sólo
un cuarto de la europea), con inmensas riquezas petroleras. Estados
que, además, tienen religión e idioma uniformes,
lo que reduciría la tarea de captar refugiados a una mera
cuestión de buena voluntad. Precisamente, que nunca
hayan deseado resolverlo, ése es el verdadero problema.
Los judíos sí solucionamos la desgracia de nuestros
refugiados (enormemente peor que la de los árabes) gracias
a que la sociedad israelí es autocrítica: como no
busca constantemente las culpas afuera, aceptó el desafío
y venció todo escollo. Arribaron a Israel sin trabajo,
sin sustento, sin idioma, con traumas y dolor, millones de ellos,
a quienes una sociedad pequeña, joven, agredida, sin recursos
ni petróleo, les otorgó vivienda, educación,
salud, democracia, identidad y futuro. El maravilloso éxito
es la quintaesencia del sionismo. De entre los millones de refugiados
judíos, una parte de ellos inmigraron precisamente desde
los países árabes, de donde se vieron obligados
a escapar humillados y desposeídos. Y aunque en cifras
fueron similares a los refugiados árabe-palestinos (más
o menos medio millón), cabe señalar una diferencia:
mientras los judíos huyeron bajo amenazas, los árabes
partieron, en su mayoría, azuzados por las bravatas árabes
que les prometían vanamente regresar una vez que Israel
fuera destruido. A fin de noviembre de 1947 el delegado egipcio
en la ONU advertía que �la vida de un millón de
judíos de los países musulmanes se ve puesta en
peligro debido a la partición�. Los líderes israelíes,
por el contrario, le ofrecieron a los
árabes que permanecieran en el país hebreo naciente.
Y se produjo un intercambio de poblaciones, perfectamente natural,
que en otros casos fueron expeditamente aceptados por la comunidad
internacional (como el resultante de guerras entre India y Pakistán,
o entre Grecia y Turquía, entre otros).
Nunca crear, siempre destruir
La exigencia del liderazgo de Arafat
de que los refugiados palestinos regresen a Israel (lo que terminó
arruinando las negociaciones en Camp David en 2000 y los motivó a la más sangrienta
agresión), implica una paradoja notable para su movimiento
nacional.
Si desean un Estado palestino independiente, no es lógico
proponer a un tiempo la división de su pueblo. Uno no puede
ser un nacionalista palestino, y simultáneamente impulsar
la despalestinización de su propia
gente, por medio de pedir que una parte de ésta sea israelí.
Esta paradoja no la señalo sólo yo. La menciona
expresamente Khalil Shikaki
(director del Centro Palestino de Investigación Política
y Opinión de Ramallah) en su artículo en el Wall
Street Journal
de la última semana de julio 2003).
Lo que Shikaki omite es que la paradoja
tiene una explicación, clara y dolorosa. El movimiento
nacional palestino no procura ningún logro nacional, nunca
lo ha procurado, ni siquiera la independencia. Lo que busca es
la destrucción del otro. En aras de ese objetivo, está
dispuesto a sacrificar a su propia población, sea perpetuando
la miseria de los refugiados, sea educando a sus niños
en el odio y en modelo de la autoinmolación
como antesala del paraíso, sea en el rechazo reiterado
de crear su propio Estado para convivir con Israel (como hicieron
en Camp David).
La responsabilidad de los refugiados árabes es de ellos.
Si hubieran aceptado la partición de 1947, no habría
habido ningún refugiado.
La responsabilidad de las guerras sangrientas en el Medio Oriente,
es de ellos. Si hubieran aceptado alguna de las proposiciones
israelíes en aras de una paz genuina, no habría
habido en nuestra región tanto torrente de sangre de ambas
partes.
Una de las expresiones más trágicas del objetivo
arafatista de destruir al otro y de
no construir nada para su propio pueblo, es la conmemoración
de la �nakba� que ha comenzado hace
algunos años. Los líderes palestinos no estimulan
a su gente a celebrar ningún logro propio, sino a lamentarse
de los ajenos, y así cada 15 de mayo manifiestan con violencia
contra la independencia de Israel. No plantean una medida que
resuelva la adversidad de sus refugiados, sino una que permita
destruir Israel. Por eso Abu Mazen,
el nuevo Primer Ministro palestino, ha despertado nuevas esperanzas
al descartar la insistencia arafatista
de que los refugiados palestinos sean �repatriados� a Israel.
El sino trágico de los palestinos es que su problema tiene
una solución al alcance de la mano. Como lo señaló
Albert Memmi, todo su sufrimiento comenzó porque se trasladaran
a unos pocos kilómetros de distancia, hacia terruños
con su mismo idioma y costumbres. Si no fueron absorbidos, es
porque sus hermanos, los líderes árabes, quisieron
(y quieren) usarlos como peones políticos para seguir amedrentando
a Israel.
Con una módica contribución de los inagotables
pozos petroleros sauditas, y buena voluntad, el problema se resolvería
en cuestión de meses.
Pero los medios de difusión, enceguecidos por su obsesión
anti-israelí, han optado, también
en este tema, por echar más leña al fuego en vez
de estimular la solución. Quienes legitiman la cortina
de humo que se llama �refugiados palestinos�, y de este modo alientan
demandas irredentistas encaminadas a destruir Israel, ellos son
el problema. El de la perseverante enemistad para socavar a Israel,
que sí es un asunto serio. A diferencia del otro, es muy
profundo, y su solución aún no se ve en el horizonte.
*El autor es escritor y pensador judío.
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