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El fin de la esperanza

Irán

Autor: Zidane   Zeraoui
El resultado de las elecciones del 20 de febrero pasado para conformar la séptima legislatura en Irán pusieron fin a la esperanza nacida en 1997 con la victoria del Presidente Mohamed Jatami y sobre todo con el triunfo reformista en el año 2000 en el sexto Maylis . Más que el resultado del voto, fue el proceso electoral mismo que demostró los límites de la apertura política del país.

Con la prohibición de más de 2000 candidatos, en su mayoría reformistas, por parte del Consejo de los Guardianes, la Victoria de las fuerzas conservadores ya estaba asegurada. En efecto, los curules ganados por el sector clerical le permiten dominar la séptima legislatura para los próximos 4 años con 110 diputados contra 49 liberales y 10 independiente.

Además, el cierre de varios periódicos (100 desde las elecciones del año 2000), logró aislar a la oposición reformista. Inclusive un día antes de las elecciones, la línea dura del clero iraní prohibió la salida del diario El Sharq así como otras publicaciones, cerrando las puertas a la crítica liberal. Con una confortable mayoría, el nuevo Parlamento conservador limitará el peso del presidente Mohamed Jatami (electo hasta el 2005) y bloqueará cualquier intento de apertura. Durante la sexta legislatura, más de 290 proyectos fueron presentados, 111 de los cuales fueron vetados por el Consejo de Guardianes. Sin embargo, con solamente un 50% de participación electoral (un poco más de 30% en Teherán) la legitimidad conservadora es cuestionable.

La obra de Jatami fue importante porque logró crear una ventana democrática en el país, pero la fuerza conservadora limitó sus acciones (cierre de revistas y diarios, etc) para finalmente retomar el poder legislativo que perdió hace 4 años, aunque todavía el sector reformista cuente con la presidencia del país. Desde que Mohamed Jatami asumió el poder en 1997, su apuesta fue el crecimiento económico para poder cambiar el sistema político. El eje de su política económica fue la creación de la Organización de Cooperación Económica (ECO por sus siglas en inglés) en 1998 con sede en Teherán que pretendía convertirse en el mercado común islámico más grande del mundo abarcando a 10 estados de la región: Turquía, Azerbaiyán, Turkmenistán, Kazajstán, Irán, Afganistán, Kirguizia, Tayikistán, Uzbekistán y Pakistán. La ECO abarcaría más de 5 millones de km2 y casi 500 millones de habitantes, pero teniendo dos puertas de entrada: desde Europa por Turquía y desde el mar, por los puertos iraníes, los más accesibles para transportar los productos hacia los demás países.

Sin embargo, desde su nacimiento, la ECO se enfrentó a las profundas contradicciones regionales:

Turquía se orientaba más hacia la Unión Europea su principal mercado que hacía la ECO,

La victoria de los Talibanes en Afganistán en 1996 y la política radical aplicada en el país bloqueaba cualquier posibilidad de integrar plenamente a Kabul dentro de la lógica regional,

Con la guerra en Afganistán en el 2001 que expulsó al gobierno Talibán, pero sobre todo con la crisis posterior, la implementación de un mercado común pasó en segundo lugar.

De esa manera, la apuesta de Jatami de una zona libre en la isla de Qeshm para abastecer a toda la región se vio bloqueada hasta la fecha. Su visión era convertir a Irán en un Dubai, pero a gran escala, lo que hubiera podido aislar al sector conservador. Pero el fracaso de su política, condujo a la caída de la corriente liberal.

Así, la caída de los reformistas se dio por un doble proceso. A nivel interno la falta de cambios tangibles (en mucho debido a los bloqueos del sector conservador) empañó la imagen del gobierno de Jatami. La juventud que votó masivamente por un cambio en 1997 y en 2001, no vio una verdadera ruptura entre Jatami y la línea dura del sistema, aunque el presidente iraní promovió una apertura política importante que permitió el surgimiento de varias publicaciones críticas del régimen. Después de las elecciones del 20 de febrero, el presidente Jatami, lejos de criticar la manipulación electoral, se felicitó de la limpieza del voto y �reconoció� la victoria de la línea dura, provocando un mayor alejamiento de la juventud hacia el gobierno de Teherán. La respuesta de los jóvenes iraníes se dio en las calles de las principales ciudades. Varias manifestaciones mostraron el rechazo de la manipulación electoral.

A nivel externo, las presiones norteamericanas debilitaron los esfuerzos reformistas. En efecto, con el hecho de incluir a Irán en el �eje del mal�, Washington legitimizó a los conservadores en su posición radical antinorteamericana. El peligro externo fue un elemento crucial para entender el cambio del voto hacia una tendencia más dura frente a las amenazas de Washington.

De hecho, muchos intelectuales de la escuela realista en política exterior como Brent Scowcroft y Zbigniew Brzezinshi o antiguos diplomáticos como James Baker, Richard Murphy, Thomas Pickering y Richard Haass, veían en la línea dura iraní, unos �conservadores pragmáticos� que podrían ser más flexible que la línea �izquierdista� encabezada por Jatami, razón por la cual presionaron al gobierno de Clinton, anteriormente a no respaldar las reformas de Jatami.

A pesar del triunfo conservador, la situación socio-política del país se ha convertido en un verdadero polvorín. Precisamente miles de iraníes, aprovechando las festividades de la Ashoura (décimo día del año musulmán) a principio de marzo pasado para manifestar su repudio a las elecciones del 20 de febrero. Estas manifestaciones se suman a las de Ardel, Kiar, Farsan y otros sitios que siguieron el voto legislativo. El descontento de las masas iraníes pasó de las urnas, donde se expresó en el 2000, a las calles. Difícilmente el clero conservador podrá acallar las voces del reformismo.